EN DEFENSA PROPIA
No lo puedo creer, que distracción la mía, como es posible salir de ese Samborns, con la cuchara en la mano sin que nadie se percatara, no quiero ni pensar la pena que habría pasado, si se hubieran dado cuenta.
¿Qué haría yo con esa cuchara? Una cuchara por demás, como cualquier otra, hecha de alguna aleación desconocida para mí. En fin, una cuchara más o una menos, es lo mismo.
Ese clima tan fresco, invitaba a regresar caminando a casa con pasos lentos. Tranquilo , emprendí mí retorno. Solo con mí cuchara, atravesé el parque que de día está repleto de niños jugando y ancianos leyendo.
De pronto me percaté que mis pasos no eran los únicos que rompían el silencio del parque, alguien venía detrás de mí. Al darme cuenta, la velocidad de mis pasos era más rápida, casi trotaba al igual que mi perseguidor, sólo que él lo hacía más rápido que yo. Al momento en que su respiración jadeante se escuchaba más cerca de mí, sentí su mano con violencia en mi hombro, obligándome a detenerme. Sin pensarlo, empuñe la cuchara por el lado que contiene los alimentos y la clave con fuerza en el abdomen de mi perseguidor.
Al voltear completamente mi rostro, me di cuenta que era el mesero de Samborns. Únicamente alcance a escuchar que me decía, al tiempo que se desvanecía: ¡Sólo venia por la cuchara!
Adrian Delgado.
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