29 de junio de 2011

EL HURTO

"El maligno, con apariciones puntuales de fantasmas, daba a mis sueños un giro de pesadilla"
                                       Juan Jose Arreola en Confabulario.

Le robo horas a la noche
para platicar con los muertos eternos
que habitan mi cuarto.
Vagan por entre los libros
flotando en cada pagina.
Los tomo de las manos
forzandolos a que me hablen
a que me miren, a que dialoguen conmigo.
Son muchos los fantasmas
que deambulan con sus hojas abiertas
con sus manos manchadas de tinta
con sus recuerdos silenciosos.
Siempre estan ahi
asechandome pacientemente
sabiendose inmunes al tiempo
burlandose de mi efimera existencia
que se agota cada vez que
intento atraparlos.
No le robo horas a la noche
son ellos, los fantasmas los
que me hurtan el tiempo y la vida
en cada pagina que leeo.
Pues saben, como yo
que no me alcanzara la existencia
para llamarlos a todos por su nombre
para deletrear su abecedario.
Por eso morire con ellos
para convertirme en un fantasma
eterno que habite en mis libros.

27 de junio de 2011

EL MESERO

EL MESERO

Era su primer día de trabajo y su esmero porque todo saliera bien era manifiesto hasta para el cliente más distraído.

El ambiente en ese Samborns era tranquilo. Pese a que eran pocos los meseros, puede decirse que el servicio a los comensales era bueno. El capitán de meseros era una persona madura y exigente. Cuando supo que era el primer día de labores del mesero, decidió ponerlo a prueba, para lo cual sólo esperaba el momento oportuno.

El mesero tenía una enorme necesidad del trabajo, por esto le entusiasmaban las buenas propinas que durante la mañana la habían dejado. Inmediatamente comenzó a realizar cuentas mentalmente para ver cuántas deudas podría pagar con su primer sueldo sumado a las propinas.

La mañana y la tarde transcurrieron sin que nada importante aconteciera, con lo que el jefe de meseros veía terminar el día sin que su oportunidad de poner a prueba al nuevo empleado apareciera.

De pronto la oportunidad se presentó. Era ya de noche cuando el cajero aviso al jefe, que un cliente había salido del restaurante con una cuchara en la mano. De inmediato el jefe vio la oportunidad que estaba esperando. Sin perder tiempo, llamó al nuevo mesero y le ordenó que alcanzara al comensal para recuperar la cuchara.

El mesero salió, pero vio la calle sola. Que clima tan frío, pensó. Con la mirada buscó por todos lados y lo único que vio fue a un hombre caminando por el parque, que para esa hora estaba completamente solo. Como la distancia que los separaba era relativamente corta, comenzó a caminar. De pronto se dio cuenta que el hombre aceleró el paso, hasta casi trotar. Cuando se percato ambos se encontraban corriendo. En el momento en el que el mesero dio alcance al cliente, lo tomo por el hombro para pedirle la cuchara. Inesperadamente sintió un fuerte golpe en el abdomen, el cual provocó que todo le diera vuelta a su alrededor, el desvanecimiento únicamente le permitió decir: ¡Sólo venia por la cuchara!

                                                                                                         Adrian Delgado.

EN DEFENSA PROPIA

EN DEFENSA PROPIA

No lo puedo creer, que distracción la mía, como es posible salir de ese Samborns, con la cuchara en la mano sin que nadie se percatara, no quiero ni pensar la pena que habría pasado, si se hubieran dado cuenta.

¿Qué haría yo con esa cuchara? Una cuchara por demás, como cualquier otra, hecha de alguna aleación desconocida para mí. En fin, una cuchara más o una menos, es lo mismo.

Ese clima tan fresco, invitaba a regresar caminando a casa con pasos lentos. Tranquilo , emprendí mí retorno. Solo con mí cuchara, atravesé el parque que de día está repleto de niños jugando y ancianos leyendo.

De pronto me percaté que mis pasos no eran los únicos que rompían el silencio del parque, alguien venía detrás de mí. Al darme cuenta, la velocidad de mis pasos era más rápida, casi trotaba al igual que mi perseguidor, sólo que él lo hacía más rápido que yo. Al momento en que su respiración jadeante se escuchaba más cerca de mí, sentí su mano con violencia en mi hombro, obligándome a detenerme. Sin pensarlo, empuñe la cuchara por el lado que contiene los alimentos y la clave con fuerza en el abdomen de mi perseguidor.

Al voltear completamente mi rostro, me di cuenta que era el mesero de Samborns. Únicamente alcance a escuchar que me decía, al tiempo que se desvanecía: ¡Sólo venia por la cuchara!

                                                                                                         Adrian Delgado.



Me han robado...

A lo laro de mi vida
me han robado
las canciones pero no
la voz y la musica.
Me han robado la sonrisa
pero no la alegria
el llanto pero no el dolor.
Me han urtado las ilusiones
pero nunca las utopias
ni los sueños.
Me han robado los pasos
pero no mi caminar.
Y ahora tu me haz
robado un libro
pero no mis conocimientos.
Robaste mis poemas
pero no pudiste llevar contigo
la mano que los escribio
ni el pensamiento que los sintio.
Tienes mis poemas
pero una mano
un pensamiento
para escribir
nunca los tendras.

Te sentaras a mi mesa.

Hoy te sentaras a mi
mesa para cenarte.
Pondre tu sonrisa en mi plato
y la comere poco a poco.
Servire en la copa tus recuerdos
los derramare por la mesa
y bebere lo que quede de ellos.
El plato fuerte sera tu corazon
aderezado con los temores y
las alegrias que ha vivido.
Limpiare mi boca con tus cabellos
y de postre comere tu boca
con esa miel que emana gota a gota.
Hoy te sentaras a mi mesa
para cenarte, hasta indigestarme de ti.

17 de junio de 2011

No escucho el eco...

No escucho el eco de mis pasos.
¿Sera que no camino?
No siento mi respiracion.
¿Sera que no vivo?
Escribo desde el limbo de la nada
desde este lugar inhospito y asfixiante.
Me encuentro en lo profundo
del infierno en que se ha
convertido este mundo.
Miro bien y estoy
rodeado de espectros.
Intentan devorarme
hacerme trizas
no logro liberarme
me arrastran para
llevarme hasta lo
mas profundo de mi.
Grito a Dante y a Virgilio
no responden
dejan que me hunda
en los siete circulos
en que me he convertido.
Ahora de nuevo
la obscuridad, el silencio.
No escucho el eco
de mis pasos.
¿Sera que no camino?
No siento mi respiracion.
¿Sera que no vivo?

Cocinar un poema.

Esta mañana cocinare un poeama.
Lo guisare con el fuego de mis recuerdos.
Lo condimentare con metaforas fantasmales.
Lo sazonare con los restos de mi pasion.
Le agregare gota a gota mis temores.

11 de junio de 2011

PORQUE ESCRIBO...

ESCRITURA Y SOLEDAD

(PORQUE ESCRIBO)



Vanidoso. Curioso. Caprichoso. Por decir lo menos. Ente abstracto, inaprensible que suelo llamar vida. Voy entretejiendo una red infinita de falsas pistas. De sueños encerrados en hambrunas. De venenos y sogas emancipadoras. De fantasmagóricas hadas. De trincheras vacías. De manos igualmente vacías. De memorias liberadas.

Ese precisamente es el juego de la sofocante vida. Con máscaras y disfraces. En medio de sombras y jirones, fantasmas y recuerdos. Para soportar los golpes, cada vez más dolorosos, que nos tiene preparada la vida. Y finalmente esperar uno, bestial, discreto, definitivo, que nos derribe. Que nos aniquile. Nos borre. Y así, ya no poder levantarnos más. Al fin. Y entender que eso es la muerte.

Soy sobre todas las cosas un escritor. Mi vida entera la entrego al ejercicio, duro e ingrato, de la lectura, pues la escritura llega como el viento, está desnuda, es la tinta, es lo escrito, y pasa como nada pasa en la vida, nada, excepto eso, la vida. Varios son los temas que resaltan en mi: soledad, melancolía, dolor, memoria y olvido, intensidad, amor; dentro de estos descuella la soledad. Porque la soledad es espacio vacío, son ausencias y distancias, pero a la vez, fuerza impulsora, creadora. La soledad de la escritura, es una soledad sin la que escribir no se produce, o se fragmenta cansada de buscar qué seguir escribiendo. Requiere entrega amplia, por encima de nuestras fuerzas. No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Para abordar la escritura hay que ser más fuerte que uno mismo, hay que ser más fuerte que lo que se escribe. Por eso la soledad es una totalidad. Aunque su infinita existencia equivalga a la duración de un segundo. En la vida llega un momento, y creo que es fatal, al que no se puede escapar, en que todo se pone en duda. Y esa duda crece al rededor de uno. Esa duda está sola, es la de la soledad. Ha nacido de ella, de la soledad. La soledad es el sustituto de la locura, su compañera. La soledad siempre está acompañada por la locura.

He conservado esa soledad, la llevo conmigo. Siempre he llevado mi escritura conmigo, donde quiera que haya ido. La encontré, la hice. La soledad no se encuentra, se hace, se sufre, la soledad significa la muerte. En este dolor la escritura es el faro que guía un escape, es otra forma de perderse.

Escribir es siempre la puerta abierta hacia el abandono. El suicidio está en la soledad de un escritor. Uno está solo incluso en su propia soledad. Siempre peligrosa en sí, es un precio que hay que pagar por haber osado salir y gritar.

Escribir es algo que llena mi vida y la hechiza. La escritura es un vacío que llena algún vacío o lo vacía más, deja un hueco más hondo, incapaz de ser saciado. La escritura es la manera de redimirnos de esta envilecida vida.

Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también  un sin sentido. Escribir también es no hablar. Es callarse, a pesar de todo. Con todo. Antes o después de todo, pese a la desesperación. No: con la desesperación.                                                            Adrian Delgado.

SOBRE PRESENTACION DE LIBRO...

“UN TRANVIA LLAMADO RECUERDOS”

Sí, se que el nombre de este escrito se parece mucho al libro de Tennesse Williams “El tranvía llamado deseo”, pero es como yo bautizaría esa tarde de palabras sobre Xochimilco, que me permitieron viajar con un solo boleto, al pasado que intenta ser presente.

He de admitir que al principio lo que más me inquietaba, era escuchar a los músicos que viajarían con nosotros en las narraciones que nos convocaban. Sin embargo, cuando menos lo espero, me descubro absorto escuchando las lecturas que apasionadamente realizan los participantes en la presentación del libro. Bueno, decía que me encuentro absorto, separado diría, de los amigos con los que comparto la mesa. El ambiente me lleva a pensar que el tejido de los sentimientos y los sucesos cotidianos que cada uno de los autores hilvana, me hace evocar ese Xochimilco que, no sé  claramente si aun exista, pues solo a través de lo cotidiano y lo relativo, podemos entrever lo perdurable.

Al oírlos, no puedo dejar de pensar en Francisco Goitia, o en esa vieja película llamada Candelaria (si mal no recuerdo), que contiene esa parte de Xochimilco, que en ocasiones parece escurrirse por nuestra memoria. Ignoro si mis compañeros de mesa tengan recuerdo de lo que se lee esa tarde fresca, por eso los veo inquisitoriamente de reojo, intentando adivinar en algún gesto, algo que me indique…no sé, pero algo habrían de indicarme.

Los músicos que llenaron de sonoridad el lugar, hablaban de canciones sobre Xochimilco, tal vez por eso comencé a cantar: Adornadita de flores… pero la mirada sorpresiva de mis jóvenes amigos, me hizo callar esbozando una sonrisa.

La tarde y las palabras avanzan, de nuevo me encuentro viajando en esos tranvías de los que habla una de las autoras, y recuerdo que hace algunos meses, se expuso uno de esos artefactos en la explanada del foro. Al tranvía lo acompañaba un pequeño texto que decía algo como: ¿A ti que te recuerda? Fueron varios los cigarrillos que de vez en vez iba a fumar frente a esa máquina inmóvil, enmudecida ¿enmudecida? ¡Pero qué digo! Creo que fueron muchas las voces que desde su interior, se hicieron presentes en la memoria de los que pasaron por la explanada, y le lanzaron una mirada nostálgica.

Entre notas, palabras y café el evento termina. Poco a poco la gente se despide para salir a lo que queda de ese Xochimilco del que se ha hablado ¿Sera esto una metáfora de nuestra memoria? ¿Así se van los recuerdos, dejando en su lugar vacio y silencio? Despido a mis amigos y los veo partir satisfechos con su libro de obsequio entre las manos; antes uno de ellos me comenta: “¡Estuvo bueno esto! Yo asiento con la cabeza, meto las manos a los bolsillos del pantalón, y fumando el último cigarrillo que traía, también me alejo con pasos lentos. Pienso en la música, los relatos, los amigos, el tranvía, en Goitia y vienen a mi mente esas palabras de Octavio Paz: “No es el tiempo el que pasa, somos nosotros los que pasamos”.

                                                                                                                    Adrian Delgado.

10 de junio de 2011

LA TARANTULA.

LA TARANTULA

“… la lucha de clases es el motor de la historia” fueron las últimas líneas que leí antes de darme cuenta que ese asqueroso arácnido entraba por la puerta de mi cuarto. Para mi desgracia les tengo un pavor indescriptible a las arañas. El primer pensamiento que vino a mi mente fue el de matarla. Lentamente coloqué el libro abierto sobre la cama. Con mucha sigilez me puse las sandalias, y camine hacia donde estaba el arácnido. Al verla más de cerca me dí cuenta que era más grande de lo que creía. Rápidamente calculé su tamaño y supuse que era casi tan grande como la palma de mi mano; era muy negra e infinidad de pelos cubría su cuerpo.

Cuando me encontré frente a la tarántula, o he de decir, cuando nos encontramos frente a frente, me dio la impresión que nos mirábamos a los ojos, ambos estábamos absortos, asustados. Con mucho cuidado estiré mi mano y tomé una Biblia, recuerdo que era la edición Latinoamericana, sin moverme mucho, calculé la distancia y arrojé la Biblia sobre el animal. No sé cuánto tiempo paso antes de que me animara a levantar el libro. Para mi fortuna el golpe había sido certero, pero dudaba si fue suficiente para matarla. En cuanto levanté el libro, la araña intentó huir, pero tan debilitada estaba, que sólo alcanzó a dar unos cuantos pasos y volvió a quedar inmóvil.

¿Qué diferencia hay entre la existencia de ese animal y la mía? ¿Soy tan civilizado como parezco? O ¿todavía conservo mucho de animal, al igual que el arácnido? Cuantas veces mi existencia, mi análisis de la realidad se han visto aplastadas por un libro, por unas palabras, y desesperado trato de huir a mi mundo, ese pequeño mundo que me he construido, ficticio y para muchos irreal. Que pululante pus habita dentro de mí, que inmundicia me ha alimentado durante tantos años. No seré acaso el pensamiento de un ser superior, que constantemente intenta aplastarme con ideas, pensamientos o sentimientos.

Sólo me quedaba una oportunidad para matarla antes de que intentara huir nuevamente y lo lograra. Nuevamente tome la Biblia, y me dispuse a lanzarla sobre ella. Su mirada parecía suplicarme que no lo hiciera. En su mirar me veía reflejado. Era una súplica de poder existir. Pero sin más reflexión lancé el libro y ésta vez fui más certero en el golpe. Terminé de manera fácil con la vida de ese animal. Satisfecho de mi acto, tomé la Biblia y la limpié. A la tarántula la envolví en un periódico y la arrojé a la basura, al igual que a mis pensamientos y a mi existencia.

                                                                                                                      Adrian Delgado.

EL ESPEJO

“Sin movernos, quietos, nos sentimos arrastrados, movidos por un gran viento que nos echa fuera de nosotros. Cada uno está en su infierno”

                                                                                                                 Octavio Paz
La noche es calurosa, pese a que ha llovido, creo que eso acentúa el calor. Esto me hace pensar que a veces los contrarios se unen ¿o será a caso que nunca fueron contarios?: lo frio y lo caliente, lo blanco y lo negro, la luz y la oscuridad, la lluvia y el calor. Aun es temprano pero la calle luce sola, el ruido de mis pasos es el único sonido que rompe con esta aparente calma noctámbula, sí, digo aparente, porque todos traemos un infierno ruidoso dentro, que quema y lacera hasta los huesos, bueno hasta eso que llaman alma.

Todo esto que he dicho es sólo un pretexto para poder contar que estoy muy asustado, pues hace un momento me he parado frente a un espejo y no he visto nada reflejado. Pero déjenme contarles como paso:

Pues ya había dicho que esta es una noche calurosa, cosa que se acentuaba en el tren que me traía de regreso a casa. Al ver a los demás pasajeros, me preguntaba cómo es que soportaban el calor con tanta tranquilidad, sin una gota de sudor en su rostro.

Cada vez que las puertas del tren se abrían en una estación, yo sentía un aire que refrescaba mi cuerpo y hasta mis ideas. Recorrer las seis estaciones que me llevarían a mi destino fue para mí un verdadero vía crucis, pero como dice no sé quien, nada dura para siempre, y pues al fin llegue a la última estación, de la cual salí sumamente ansioso por respirar un poco de aire más fresco.

Para llegar a casa existen tres posibles vías, lo cual me provocó una gran disertación envuelta en cálculos de tiempo, distancia y hasta en reflexiones existenciales. Absorto en esas meditaciones, me descubrí recorriendo el camino de costumbre, por lo que con un manotazo en el aire deshice los temas de mi próximo escrito metafísico. Así mis pies, como caballo de Chapultepec que ya conoce su ruta, me llevaron hasta la puerta de mi casa. No sé si por lo de caballo de Chapultepec, el calor se incremento despertándome el deseo de un buen café frio, el cual me serví a mi paso por la cocina.

Cuando ya estaba en mi cuarto, y es aquí donde empieza el contenido de ésta historia ¿o es cuento? Bueno en donde empieza lo que quiero platicar. Les decía que cuando ya estaba en mi cuarto, empecé a despojarme de lo que traía en los bolsillos, todo fue acomodado con un cuidado tan obsesivo, que a cualquier psicótico hubiera dejado catatónico. Para disminuir el calor empecé a quitarme la ropa, pero lo curioso es que emprendí un juego, el cual consistía en que por cada prenda que me quitaba, también ponía sobre la cama, una idea, una ilusión, un miedo y así poco a poco fui sintiendo una desnudez, pero no en mi cuerpo, sino en mi ser.

Si nos despojamos de todo aquello que la gente cree de nosotros, o peor aún, de todo aquello que creemos de nosotros mismos, ¿con qué nos quedaríamos? Pues con lo que somos realmente, nada. Si estrelláramos esa imagen contra el espejo, se haría añicos la imagen que somos nosotros y el espejo que son los otros. Se destruiría el teatro que es la vida, teatro para el que no hay ensayo, en el que cada error es irreparable, pues ésta vida no tiene segunda función.

Mis manos tocaban desesperadamente mi carne, mi mente buscaba las ideas, el corazón las ilusiones, es decir, mi yo buscaba algo de que asirse. Fue cuando pensé en el espejo, el podría darme aunque fuera una imagen corpórea de mi, y así ocurrió lo que ya saben. Me pare frente al espejo y no vi nada, no reflejaba más que vacío, soledad.

Es así, que ahora me encuentro sentado escribiendo estas líneas, tratando de encontrar algo de mí en estas hojas, también vacías, blancas como me encuentro yo ahora, como estamos todos siempre, aunque creamos ver nuestra imagen en el espejo.

                                                                                                     Adrian Delgado.