2 de septiembre de 2011

SOBRE LA HISTORIA.


                                                        SOBRE LA HISTORIA.

Tal vez no pueda decir lo que es la historia. ¿Es acaso una ciencia o un arte? ¿O las dos cosas? Por eso yo le llamo “historiarte”. Bueno, pero si puedo decir lo que la historia no es. Y no es un cumulo de fechas y datos a memorizar, que al fin y al cabo solo sirven para la pedantería. Me aventuro a decir que la historia es la presencia de nuestro pasado, tanto como humanidad, como mexicanos y como seres individuales, pues no podemos negar, que cada uno de nosotros tiene un pasado que bien podemos llamar nuestra historia. Y qué mejor que no olvidarla, pues quien olvida o desconoce  su historia, está condenado a repetirla.

Pero ¿Quién hace la historia? ¿Solo los grandes personajes? ¿Napoleón, Alejandro Magno, Hitler? La historia “oficial” solo muestra una historia centrada en las aventuras e intereses de las clases dominantes. En ella no aparecen las acciones y las vidas de los pueblos; se implica que estos nada tienen que hacer en la historia, que en el acontecer  histórico son observadores pasivos y sufrientes, y que es imposible cambiar la realidad. En los libros figuran los nombres de los reyes. Pero ¿arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra, para construir las magnificas ciudades? ¿Quién construyo la ciudad de Tebas? Federico II, venció en la Guerra de los Siete Años ¿Quién la venció, además?

Estudiar y escribir la historia, tiene múltiples funciones culturales, prácticas, políticas y pedagógicas; muchas de esas funciones son de dominio, de sometimiento. La historia la escriben los vencedores. No obstante, en los últimos años ha aumentado el interés por la historia del hombre común, de los trabajadores, de los “subalternos”, así como por sus múltiples formas de resistencia ante la injusticia y la explotación. Podemos mencionar como ejemplo el trabajo desarrollado por el historiador mexicano Luis Gonzales y Gonzales, creador de la “Microhistoria”, o el célebre libro de León Portilla, “La visión de los vencidos”, o más aun, el imprescindible texto de Eduardo Galeano, “Las venas abiertas de América Latina”.

Po otro lado, ¿Qué garantiza el pleno conocimiento y la verdad del asunto historiado? Pues resulta inevitable que la historia se encuentre teñida por la condición subjetiva del historiador: sus preferencias, la manera en que ordena o desordena el material, los detalles que deja de lado y los que incorpora, sus simpatías y antipatías, la manera de destacar a tal o cual personaje. En este sentido, ni siquiera el registro de una cámara  fotográfica o televisiva, garantiza la objetividad, pues incluso ahí persiste el punto de vista de quien manipula la información: el ángulo de la toma, el acercamiento o alejamiento del objetivo, la ubicación de cámaras y locutores en lugares determinados, incluso cierta tendencia interpretativa del suceso.

Con todo esto podemos replantear la pregunta inicial: ¿Qué es la historia? Y agrego ¿Cuál es la función de la historia y de su estudio? Tal vez aun no estemos en condiciones de dar respuestas concretas. Sin embargo, es indudable que debemos buscar diversas maneras de acercarnos  a ella, independientemente de lo que la historia sea, para así poder iniciar su reescritura, su reinterpretación, pues ¿qué es la vida de los pueblos, del hombre, de cada uno de nosotros? Sino historia vivida y realizada cada día, historia que construimos a carga de lanza o golpe de machete. Porque la historia es un semillero de ideas, de rebeliones, enmascaradas a menudo, por la resignación aparente de los pueblos. Conociendo la historia que nos han impuesto, y confrontándola con nuestra historia individual, tal vez  ya no estemos condenados a repetir los mismos errores como pueblo y como personas, es decir, repensar la historia para ser más libres. Al fin y al cabo, el hombre está condenado a ser libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace.

¡VIVA EL EZLN!



                                                                                                Adrian Delgado.
                                                                       

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